En la prensa del siglo XIX se lee que en 1879 salió la primera peregrinación mallorquina a Lourdes.
Fueron 40 los peregrinos. La organizó don José Forteza (vecino de la plaza del Rastrillo, nº 4) asistido por los Oratorianos de San Felipe Neri. Cabe suponer que algunas otras particulares la habrían precedido. Confiamos en que nuestras pesquisas históricas -que no son sino tributo a la fe de nuestros tatarabuelos- darán alguna noticia sobre los pioneros.
Aquella peregrinación fue encabezada por sacerdotes oratorianos. La iglesia de San Felipe Neri fue la que introdujo la iconografía de Lourdes: la cueva, la Virgen, Bernadette. La Purísima desde mucho antes era retablo preeminente en todas las iglesias mallorquinas, pues la Concepción Inmaculada de María era convicción fundamental de la fe mallorquina. Pero en Lourdes se hizo presente en escenario terrenal, tosco a la vez que evocador. De nuevo en una cueva, la otra gran epifanía, esta vez de la Virgen como Madre de Nuestra, ya no con el Niño en brazos. En Mallorca los belenes se ambientan de cueva y no es establo edificado, acaso por el sello franciscano con que resurge la Mallorca cristiana en el siglo XIII. San Francisco fue el primer cavernícola de la Sagrada Familia en Belén. Algo alcanzó beatíficamente a ver.